sábado, 21 de noviembre de 2009

Pasar el testigo del movimiento estudiantil

Se analiza la situación del movimiento estudiantil y sus retos para este curso.

Sin duda, la clave este año estará en ver si los sectores más concienciados están a la altura de las circunstancias. Y es que el rumbo de los acontecimientos impone debates que deben desarrollarse fraternalmente y sobre los que intentaré pronunciarme en estas líneas.

En primer lugar deberíamos reflexionar sobre el papel de las organizaciones revolucionarias en el seno de los movimientos sociales. Aquí podemos analizar dos modelos (no en lo ideológico, sino en lo organizativo): por un lado los bolcheviques, que se escindieron de su propio partido y lograron que las masas se unieran a ellos, y por otro Herri Batasuna, que fue un reagrupamiento de pequeños partidos antisistema en una nueva sigla de carácter amplio. Estos dos modelos dan lugar a dos lógicas que todos conocemos: quienes piensan que su organización debe liderar las luchas para que los mejores elementos se unan a ella, y quienes piensan que su organización debe ponerse al servicio de las luchas, en un proceso fundante que, junto a muchas otras voluntades, dé lugar a un Frente de Izquierdas o Polo Anticapitalista.

Huelga insistir en que quien escribe estas líneas es partidario de la segunda de estas lógicas porque en una época como la actual, no revolucionaria sino de reflujo de masas, no podemos aspirar a otra cosa que no sea el reagrupamiento de las dispersas fuerzas con las que contamos. Lo contrario, el vanguardismo autoproclamatorio, sólo nos ha llevado a la absurda sopa de letras actual.

Aplicándolo al movimiento estudiantil, los grupos de trabajo o asambleas contra Bolonia han sido un ejemplo de unidad de acción entre las diversas organizaciones de izquierdas, y de respeto a los criterios de otras muchas voluntades que, sin ser anticapitalistas, decidieron organizarse para hacer frente a la privatización de la universidad. No han faltado, sin embargo, conflictos puntuales, problema inherente a todo movimiento de lucha, pero que ha sabido subsanarse con madurez y criterio.

Ahora el movimiento vuelve a plantearse qué hacer. Las estructuras que desarrollarán el programa de Bolonia ya han sido implementadas en el Estado español. Ahora de lo que se trata es de la resistencia a su aplicación. En mi opinión, habrá que afrontar luchas parciales, pero sin perder el discurso global, que no es otro que la defensa de la universidad pública. Una cosa está clara: es triste que vuelvan a escucharse voces de “sí crítico” a Bolonia, ahora que la realidad está confirmando que, lejos de exagerar, nos quedábamos cortos.

Existen dos posiciones dentro del movimiento que tienden a irse a los extremos. Por un lado, la lógica que apunta hacia la sustitución de las asambleas o grupos de trabajo por sindicatos estudiantiles de izquierdas, o al menos de contenido “progresista” o “crítico”. Y por otra parte, la lógica “populista”, que propone rebajarse al nivel de conciencia del grueso del estudiantado, perdiendo la perspectiva de una lucha por la universidad pública y centrándose en luchas parciales contra medidas concretas, a las que de ese modo ni siquiera se da marco.

A mi entender, ambas lógicas tienen su parte de razón, pero ambas se equivocan. Es necesario reforzar las asambleas o grupos de trabajo, pero dentro de una estructura donde no sólo haya hueco para gente de izquierdas o “crítica”. Por tres motivos: Primero, porque el conocido Mito de Sísifo (el movimiento estudiantil empieza siempre de cero) no se soluciona con un sindicato, como demuestra el Sindicato de Estudiantes, que no tropieza con la misma piedra dos veces, sino dos décadas. Segundo, porque para desarrollar otras temáticas más sociales ya contamos con la aludida “sopa de letras”. Y tercero, porque, puestos a politizar, ¿no sería prioritario ser “críticos” con el gobierno que aplica Bolonia, y no críticos de manera abstracta?

La grandeza de estos grupos radica en que agrupan a una serie de estudiantes que, independientemente de su filiación, demuestran voluntad de lucha ante un proceso de privatización que de hecho es, a años luz de distancia, el problema más acuciante, requiriéndose por tanto una estructura específica desde la que organizar la respuesta al mismo.

Pensar que la gente no será capaz de entender la relación que existe entre una medida concreta y el proceso privatizador general es subestimarla. Hay que recuperar el discurso. Nuestro movimiento debe asumir luchas concretas, participando de ellas, pero enlazándolas con su marco general. Separar Bolonia de la LOU y de las luchas actuales sería como separar el capitalismo del imperialismo y del neoliberalismo: no comprender nada. Si la Administración ya no escucha a la comunidad universitaria es porque el hilo que la unía a ella se ha roto, siendo sustituido por un hilo que la une al Consejo Social, que fue creado por la LOU y que está controlado por grandes empresarios. ¿Por qué nuestro movimiento no investiga la web de cada universidad, para ver quiénes son los miembros de su Consejo Social y denunciar la privatización encubierta?

El movimiento estudiantil existe, y sus más veteranos miembros saldremos de la universidad, pasando el testigo. Ahora debemos decidir qué testigo pasamos: el de un nuevo movimiento social amplio y producto de la propia historia, o el resultado de ese movimiento pasado por el filtro suicida de varias palabras que ni siquiera entre nosotros logramos consensuar. Ésa es al menos la conclusión a la que he llegado.

Manuel Muñoz Navarrete, militante de Corriente Roja y afiliado al Sindicato Andaluz de Trabajadores

Visto en kaos:
http://www.kaosenlared.net/noticia/pasar-testigo-movimiento-estudiantil-2

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